Thursday, October 20, 2011

El enojo y su impacto en la vida diaria


Las relaciones interpersonales dependen en muchos casos de la serenidad y la tolerancia
Las relaciones interpersonales son clave para lograr éxito en la vida. No sólo se trata de comunicarse oportunamente sino también de manejar situaciones donde se ponen a prueba el enojo, los resentimientos y la irritabilidad.
En este mar de emociones, la ira es una de las que más afecta la salud física y emocional de las personas, ya que aumenta el ritmo cardíaco, la presión sanguínea y los niveles de adrenalina y noradrenalina, entre otros principios.
Desde una perspectiva psicológica ampliamente aceptada, el enojo y la ira son formas de reacción y respuesta evolutiva que permite a las personas enfrentarse contra las amenazas del entorno. A partir de ello, el instinto de autopreservación se pone de evidencia en la expresión facial, el lenguaje corporal y, en algunos casos, hasta llegar a la agresión.
Según la psicóloga Guadalupe Martínez es natural que los seres humanos se pongan de mal humor, sobre todo porque siempre existen problemas o traumas reprimidos desde la infancia y la adolescencia que son parte del “modus vivendi”.
Sin embargo, advierte que en entornos sociales difíciles, donde conviven diferentes factores como el estrés y la ansiedad, ante el surgimiento de un problema muchos optan por “echar la culpa” a otros y a partir de ello desarrollar la secuencia mal humor-enojo-ira.
“A muchos hombres y mujeres les cuesta entender la impotencia ante diversas situaciones que están fuera de su entorno, y al no encontrar una salida razonable se muestran irritables”, consideró Martínez.
Por otra parte, la especialista valoró que el enojo y la ira pueden expresarse huyendo o atacando al “supuesto” agresor, puesto que se da un proceso de negación o aceptación, según patrones de comportamiento individuales.
“Los que atacan en momentos de ira lo hacen bajo múltiples causales como la fuerza verbal, física y, en muchos casos, con objetos que le dan una falsa sensación de seguridad”, agregó Martínez.
Asimismo, para los psicólogos la estimación del nivel de enojo se hace sobre la base de su frecuencia, su intensidad y su duración. De este modo, la sensación será patológica cuando se presenta mucha veces en un periodo determinado, con demasiada fuerza y se prolongue por largos periodos.
Es bajo estos términos en que se necesita atención médica para tranquilizar al paciente y, posteriormente, ayuda psiquiátrica a mediano y largo plazo.
Para Martínez, lo opuesto a estos casos es el sentimiento de enojo poco frecuente, leve y de corta duración. Este es con el que las personas más conviven en su vida cotidiana, pero, al no saberlo manejar mina las relaciones con otras personas, sobre todo en ambientes laborales, académicos y familiares donde se ponen de manifiesto las formas de decisiones de diferente naturaleza.
“El común denominador entre muchos pacientes es que al no saber sobrellevar los problemas se fomenta la ansiedad y la impaciencia, lo cual se traduce en cólera e incide en las posibles soluciones a corto o mediano plazo”, explicó.
Los síntomas de la ira
Las expresiones del enojo van más allá de las que son evidentes. Desde la perspectiva de Martínez, la violencia por lo general se reprime a nivel social y se expresa también de forma no manifiesta entre círculos de personas que persiguen un objetivo en común.
Un ejemplo de ello son los comportamientos reservados de aquellas personas que en apariencia no son irritables pero que “cargan” con diferentes malestares para luego hacerlos desaparecer sobre un tercero.
Algunos de ellos van desde la manipulación mental, la autoculpabilidad, la predisposición al fracaso y el desapasionamiento en un entorno amplio y diverso.
“El no evacuar el enojo tiende a generar trastornos obsesivos que minan la salud emocional y cambios radicales en los puntos de vista de las cosas”, acotó la psicóloga.
Caso contrario, las expresiones activas y manifiestas parten de un odio concreto hacia alguien, incentivadas, sobre todo, por las condiciones de un espacio determinado y la amenaza que experimentan los sentidos.
“Al llegar al odio manifiesto hay una acumulación de acontecimientos que ya no se pueden tolerar y que, por diversas circunstancias desencadenan en episodios violentos”, puntualizó Martínez.
El enojo no debe ser diario
Partiendo de factores comunes como el hambre, la fatiga crónica y la frustración sexual, el hombre moderno debe de convivir ante diversas condiciones que ponen a prueba su capacidad de razonar sobre su reacción instintiva.
Para ello es básico el autoconocimiento de las emociones para comprenderlas y admitirlas. Esto pasa, conforme Martínez, por conocer las raíces del conflicto, acompañado de una evaluación de los elementos favorables o adversos que empujaron hacia determinada situación.
“Ordenar bien las funciones y los roles, sobre todo con la familia ayudará a tener más lucidez para tomar decisiones acertadas, más que todo en casos donde se necesitan combinar responsabilidades”, finalizó.
Por último, cabe recordar que los sentimientos dependen de un ejercicio constante de reflexión para saber valorarlos. Así se podrá explorar en toda su dimensión la convivencia y evitar episodios traumáticos que reproduzcan la violencia.
Source: ElSalvador.com

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